Recuerdo que al llegar ni te miré, fuiste solo una más de cientos y, sin embargo, fueron tuyos los primeros voleteos.
Cómo no pude darme cuenta, que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos, y que tú estabas tan cerca.
Te disfrazas de mi.
Me disfrazo de ti.
Y jugamos a ser humanos en esta habitación gris.
Muerdes el agua por mi.
Me deslizo por ti.
Y jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.
Tus anclajes no pararon mis instintos, ni los míos, tus quejidos.
Y dejas correr tus tuercas, y que hormigas te retuerzan.
Quieres que no deje de estrujarte sin que tu me digas nada.
Que mis yemas sean legañas enganchadas a tus vértices.
Te disfrazas de mi.
Me disfrazo de ti.
Y jugamos a ser humanos en esta habitación gris.
Muerdes el agua por mi.
Me deslizo por ti.
Y jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.
No sé que acabó sucediendo, sólo sentiste dentro dardos.
Nuestra incómoda postura se dilató en el espacio.
Se te hunde el dolor en el costado, se me nublan los recodos, tengo sed y estoy tragando saliva, no quiero no estar a tu lado.
Te disfrazas de mi.
Me disfrazo de ti.
Y jugamos a ser humanos en esta habitación gris.
Muerdes el agua por mi.
Me deslizo por ti.
Y jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.
Te morirás de ganas de decirme que me vas a echar de menos y las palabras se te apartan, te vacían las entrañas.
Finges que no sabes, y que no he sabido.
Finges que no te gusta estar conmigo.
Y al perderme entre tus dedos, me recuerdas sin esfuerzo.
Te morirás de ganas de decirme, que me vas a echar de menos.
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